2015/07/30

#hemeroteca #historia | Madrid: Las piscinas perdidas

Imagen: El País / La Isla, Madrid
Las piscinas perdidas
Los aires de modernidad que trajo la República alumbraron los primeros espacios públicos para practicar deportes acuáticos en la capital. Hasta entonces eran exclusivos de la élite económica y de la aristocracia
Andrea Aguilar | El País, 2015-07-30
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2015/07/30/madrid/1438289102_966150.html

Lo han cantado y proclamado, pero no es cierto. En Madrid sí hubo playa, y al menos media docena de piscinas históricas que han desaparecido. Una de ellas, Stella, sigue en pie, en la calle de Arturo Soria, pero cerrada. Del resto quedan fotos, planos y recuerdos. Como ocurre en El nadador del cuento John Cheever, un recorrido por las primeras piscinas de Madrid depara sorpresas.

¿Desde cuándo hay piscinas? En contra de lo que cabría pensar no fue el asfixiante verano, sino el ocio de las masas lo que las trajo. En el caso de Madrid se debate si la primera fue Niágara, una casa de baños que abrió en 1879 en la Cuesta de San Vicente y que, en 1931, tras varias remodelaciones, alojó el Club de Natación Canoe. Sea como fuere, de lo que no cabe duda es de que fue en esa década de los años treinta del siglo pasado, con el advenimiento de los aires de modernidad que trajo la República, cuando empezaron a planificarse y edificarse espacios públicos de recreo para practicar deportes acuáticos en la ciudad.

Modernidad, salud, higiene, aire libre y democracia cambiaban radicalmente el concepto de esparcimiento y chapoteo. “Hasta entonces los deportes acuáticos se entendían como privativos, propios de la élite y la aristocracia, de ahí los clubs náuticos construidos en el siglo XIX y principios del XX”, apunta el catedrático de Historia de la Arquitectura Carlos Sambricio. De hecho, el estilo racionalista del Club Náutico de San Sebastián inspiró gran parte de los proyectos de las primeras piscinas modernas de Madrid.

La reivindicación laboral de las cuarenta horas semanales de trabajo que empezaba a instaurarse en Europa cambió también la idea de tiempo libre, de ocio, para todos. Como el foxtrot o el automóvil, las piscinas empezaron a popularizarse en Europa y EE UU en el periodo decó de entreguerras. Madrid no fue una excepción, y la ribera del Manzanares, a la que muchos acudían para refrescarse, dejó paso a la planificación arquitectónica: “Frente al precario de las pozas surge el boom de las piscinas como reivindicación social”, señala Sambricio.

En 1931 Luis Gutiérrez Soto construyó una de las joyas racionalistas perdidas en Madrid: sobre uno de los islotes del río Manzanares diseñó una piscina pública con tres piletas. La Isla tenía forma de barco y constaba de una zona de baño en la proa y otra en la popa; además, dentro del puente de mando central se encontraba la piscina cubierta. Había cafetería y zona de vestuarios. El agua procedía del río y era filtrada y clorada. El éxito entre los madrileños fue inmediato.

Apenas cinco años después, en el verano del 36, estalló la Guerra Civil. El frente de Madrid pronto alcanzó las inmediaciones de esa zona y un obús de los nacionales impactó en la edificación de La Isla. Las dependencias de la piscina fueron reconstruidas tras la guerra, pero el desbordamiento del río en 1947 volvió a dañarla y, finalmente, en 1954 fue clausurada definitivamente. Se abrió una presa y desaparecieron los islotes del río.

La Playa de Madrid fue otro de los grandes proyectos de la República, que también desapareció tras la guerra cuando se voló la presa que permitió crear esa ribera mesetaria. El lido chulapo fue la primera playa artificial de España, ubicada en el Manzanares a su paso por el Pardo. Contaba con espacios para practicar remo, natación y otros deportes acuáticos.

“El reto era que la clase obrera tuviera esparcimiento, y aquello generó una reflexión urbanística a gran escala. Se trataba de una conquista social más que de racionalizar la hidrología”, explica Sambricio. La Playa formaba parte de todo aquel movimiento. El GATEPAC (Grupo de Artistas y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea) de Madrid trató de organizar un conjunto de piscinas, baños y zonas de deportes en los márgenes del Jarama, semejante a la Ciutat del Repos de Casteldefells, que se ideó en las inmediaciones de Barcelona.

Del proyecto original de La Playa, diseñado por Manuel Muñoz Monasterio entre 1932 y 1934, quedó el nombre de “la carretera de la playa”, como es conocida hoy la avenida del Cardenal Herrera Oria. Con el franquismo, aquel recinto con pequeños pabellones y embarcaderos de estilo sobrio y práctico fue reconvertido en el Parque Sindical, inaugurado en 1958, con sus inmensas piscinas.

No muy lejos de allí, la piscina de Lago también se construyó en los treinta, junto al Puente de los Franceses. Este diseño de Luis Casa desapareció también, pero más adelante, en los setenta. Hoy ese terreno lo ocupa la Clínica de la Moncloa.

Apartadas del Manzanares se encontraban las piscinas Formentor, Mallorca y Stella, todas ellas en las proximidades de Ciudad Lineal. Formentor, en la calle de Mesena número 20, casi esquina a López de Hoyos, llegó a contar con un trampolín de cuatro alturas y se anunciaba presumiendo de tener 3.000 metros cúbicos de agua depurada.

La única de estas tres piscinas que permanece en pie —aunque clausurada— es Stella. Los planes para este proyecto datan de los tiempos de la República, pero se edificó entre 1945 y 1947 y el responsable fue Fermín Moscoso del Pardo Torre. En 1952 el mismo arquitecto que firmó La Isla, Luis Gutiérrez Soto, hizo unas modificaciones al original y en las líneas de ese edificio racionalista blanco, que hoy se ve desde la M30, se nota su mano.

El dueño de Stella, Manuel Pérez Vizcaíno Pérez Stella, quiso poner en marcha una piscina pública de pago, no un club. Quizá por su aire de modernidad sofisticada, cuentan que se convirtió en uno de los primeros lugares donde se hacía topless en Madrid. Fue un bingo una temporada y hoy, aunque cerrado, el edificio está protegido. Una historia digna de Neddy Merrill, el personaje de Cheever en El Nadador, con el mismo aire de ruina y decadencia.

Proyectos estancados
La fiebre por el agua para las masas generó multitud de proyectos para la construcción de piscinas en los años de la República. Gran parte de ellos no llegaron nunca a realizarse, como el Stadium Municipal planeado por el arquitecto Ulargui en los solares de la antigua plaza de toros, en la plaza de Felipe II.

También el Ayuntamiento acordó en 1932 tramitar el proyecto de instalar parques infantiles con piscina en diferentes plazas de Madrid. El clamor piscinero llegó también a los periódicos, y así Fernández Shaw reclamaba desde las páginas de Informaciones en 1935 que se abrieran más piscinas en los jardines de Madrid. Parques, plazas jardines, el pueblo necesitaba refrescarse. El arquitecto Muñoz Monasterio, que diseñó la mítica Playa, firmó un proyecto para la transformación del estanque del Retiro en baños populares en 1932.

Pero quizá el plan más ambicioso de todos fue Playas en el Jarama. Baños Populares, del GATEPAC, que preveía el desarrollo de más de media docena de espacios de recreo acuáticos en las inmediaciones de Madrid. 

Tras la guerra llegaron nuevas piscinas en la Ciudad Universitaria o el Club de Campo, y ya en los setenta con el desarrollismo llegaron las piscinas privadas. Hoy en Madrid se ha multiplicado el número de piscinas municipales.

2015/07/24

#hemeroteca #arquitectura | Madrid prohíbe a un dueño chino demoler un rascacielos icónico

Madrid prohíbe a un dueño chino demoler un rascacielos icónico
Wanda propone reconstruir el edificio España sin mantener intacta la fachada protegida
Bruno García Gallo | El País, 2015-07-24
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2015/07/23/madrid/1437676624_261773.html

El grupo chino Wanda compró en 2014 el edificio España, un rascacielos madrileño icónico de los años cincuenta. Hace unos días ha presentado al Ayuntamiento un proyecto para rehabilitarlo, pero ve “inviable” cumplir la orden de la Comisión Local de Patrimonio Histórico de mantener intactos la fachada y los alzados laterales. Por ello, ha pedido permiso para desmontar todo el edificio y luego reconstruirlo. La concejalía de Urbanismo instará a Wanda a mantener el cuerpo edificado necesario para sostener la fachada, que en ningún caso podrá demolerse, según indicaron a El País fuentes municipales.

El edificio España, de 117 metros de altura y 28 plantas de altura, se construyó de 1948 a 1953 a las órdenes de Julián y José María Otamendi. El Banco Santander lo compró en 2005 por 389 millones para convertirlo en hotel, centro comercial y pisos de lujo. En julio de 2014, lo vendió por 265 millones a Wanda —dirigida por Wang Jianlin, 29ª fortuna mundial con 31.200 millones de euros—.

De cara a su proyecto de rehabilitación, tras más de una década de abandono —que ha repercutido muy negativamente en la plaza homónima que preside, en el centro de Madrid—, solicitó al Ayuntamiento la rebaja de su grado de protección. La Comisión Local de Patrimonio Histórico —integrada por el Gobierno regional y el Ayuntamiento, entonces en manos del PP— dio su visto bueno a esa rebaja del blindaje del edificio en función de su valor histórico-artístico, del nivel 2 estructural al nivel 3 parcial.

Permitía así la demolición parcial del inmueble, según la comisión para favorecer “la puesta en valor de un edificio muy degradado en los últimos años debido a su inactividad”. Pero el dictamen obligaba a preservar “las partes que revisten importancia y que lo caracterizan desde el punto de vista arquitectónico y escultórico”, señalando en concreto las fachadas y los alzados laterales.

Así lo aprobó el Ayuntamiento en diciembre de 2014. Pero hace unos 10 días, Wanda remitió a la Concejalía de Urbanismo una consulta especial urbanística: quería echar abajo el edificio, fachada incluida, para rehacerlo entero.

Según Wanda, “de acuerdo con los expertos de reconocido prestigio consultados, la consolidación de la fachada es inviable en condiciones de seguridad. No existen experiencias similares de mantenimiento de una estructura de esta altura y dimensiones, que además carece de capacidad portante”. “Por el contrario”, añadía, “sí es posible su desmontaje y posterior reconstrucción, preservando su imagen y valor paisajístico, algo de lo que sí existen precedentes y experiencias previas en la cultura arquitectónica”. Además, según Wanda, el edificio se hizo en una época “en la que no había materiales de calidad, y su vida útil está acercándose al final, pese a las actuaciones de preservación a lo largo de los años. Requiere de soluciones que aseguren su durabilidad a largo plazo”.

“Es un edificio moderno que se construye en efecto en un momento difícil en el que hay muy poco acero. Y la fachada no es un elemento resistente, en eso puede tener razón Wanda”, admitió a El País el decano del Colegio de Arquitectos de Madrid, José María Ezquiaga. “Pero el debate principal es si debe suprimirse el edificio. No es un inmueble histórico ni arquitectónicamente excepcional”, añadía, “pero los ciudadanos pueden sentir un vínculo afectivo por ser un icono de Madrid”. Por ello, el decano propuso convocar una consulta para que los ciudadanos se pronuncien. El Ayuntamiento recibió favorablemente la propuesta, pero ayer precisó que “descarta por ahora convocarla”.

El principal motivo aducido es que no es el momento adecuado para una consulta así, “ahora hay que cumplir la prescripción de la Comisión Local de Patrimonio Histórico y el marco jurídico”, señalan fuentes de Urbanismo a EL PAÍS. La respuesta municipal a Wanda, que están ultimando los técnicos, irá en ese sentido: es “muy posible” que la solución técnica de tirar el edificio entero y sostener la fachada como un lienzo en el aire sea en efecto inviable, pero sí se puede conservar una masa crítica suficiente, un cuerpo de la estructura del edificio que la mantenga durante las obras. El Ayuntamiento instará así a conservar la fachada, manteniendo si es necesario el cuerpo edificado necesario para sostenerla en vez de tirarlo todo.

Ricardo Aroca, exdecano del Colegio de Arquitectos y catedrático de Cálculo de Estructura, ve posible demoler el edificio manteniendo la fachada. “No es inviable ni inseguro, pero sí más caro”, explica Aroca, uno de los mayores expertos en el área. “No se trata sólo de resistir el esfuerzo de viento, hay que conservar el peso del edificio, al menos de una parte importante, para sostener la fachada. Pero se puede compaginar la demolición y la reconstrucción, ir deshaciendo mientras se rehace. Eso sí, llevaría mucho más tiempo y sería más costoso. Pero si hemos ido a la Luna, no hay casi nada que sea técnicamente imposible. Lo que pasa es que ir a la Luna es carísimo”, concluye.

Wanda ve imposible conservar la fachada
  • protección. Wanda compró el edificio España en julio de 2014 al Banco Santander por 265 millones. Para su rehabilitación, el Ayuntamiento permitió en diciembre la demolición parcial, pero manteniendo la fachada y alzados laterales.
  • Obra “inviable”. Wanda pidió hace 10 días permiso para desmontar el edificio entero y volverlo a reconstruir porque ve “inviable” echarlo abajo sin tocar la fachada. El Colegio de Arquitectos propuso una consulta ciudadana al respecto. El Ayuntamiento ha acogido favorablemente la idea pero la descarta “por ahora”.
  • Negativa municipal. El Ayuntamiento negará a Wanda permiso para demoler la fachada, apostando por mantener durante la obra estructura suficiente para sostenerla en vez de tirar todo el edificio.
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